27 de noviembre de 2016

NENÉ





Es demasiado tarde, dijo Ruth.
Tarde con respecto a qué, le pregunté.
Ruth es matemática. Muy lista, discreta, franca. Se separó hace años y floreció. Me consultó tras la muerte de su gata, pérdida que la sumió en esa pesadumbre que calificó de desmedida. Sesión tras sesión, atropellándose, emergieron otras averías y dimisiones varias.
Este jueves el tema fue Nené. La templada Nené. La afectuosa Nené. Fueron compañeras de estudios, cómplices, mancuernadas. Nené prefirió dedicarse a diseñar jardines; madre soltera, educó al chico a contracorriente.
Nené solía albergarla como la orilla a los cormoranes, y en la coda del alba Ruth le revelaba sueños de vigilia y sueños por acallar.
-Supo saber de mí más que yo de mí misma. Y sin embargo…
¿Seis años? ¿Acaso diez?
Ruth no logra precisar en qué momento dejaron de estar cerca tan cerca. Ni cuándo se privó de llamarla a diario o de ir a su encuentro. Menos quién se alejó de quién.
Rememorar y avergonzarse. Prescritos los descargos, los alegatos. Andanadas de bronca por saberse lejos de la que quiso y lejos de aquella que solía querer a Nené.
-No, no me siento capaz de ir a buscarla. Es demasiado tarde.
-¿Tarde con respecto a qué?






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